El inicio de mi viaje con la voz

EL INICIO DE MI VIAJE CON LA VOZ

Hola mi nombre es Dalila y hoy les quiero contar un poco la historia de cómo inició el viaje con mi voz.

Mi vida trascurrió en un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba: Devoto. Allí crecí y disfrute de una infancia preciosa junto a mi hermana melliza Lucila y mis padres Susana y Walter.

Desde pequeña siempre fui muy soñadora y sentía grandes impulsos para hacer que mi vida sea realmente extraordinaria y mágica. Crecí en un hogar donde mamá trabajaba la mayoría del tiempo y papá, siendo un gran artista plástico, cumplía varias horas en diferentes colegios primarios y secundarios como profesor de biología, química y dibujo.

Esta niña, llena de sueños e ideas locamente asombrosas, se la pasaba dibujando y vivía cantando a la par de casi todas las películas de Disney, imaginando ser como esas hermosas princesas con voces maravillosas, largas cabelleras, magníficos vestidos y dueñas de mascotas con las que conversaban.

Pero, lo cierto es, que paralelo a este mundo mágico de muchachita fantasiosa habitaba una realidad completamente diferente a la que moraba en mi imaginación. Como les conté al principio, crecí en un hogar donde mamá y papá cumplían muchas horas de trabajo. Muy pocas veces los escuche quejarse por eso, pero lo que muchas veces escuchaba decirles era que debían salir a trabajar para mantener a la familia, para vestirnos, alimentarnos y dejarnos algo digno para el futuro. La frase que más recuerdo de mamá era: “Lo único que puedo dejarte es un estudio para que puedas defenderte en la vida”. Siempre me entristeció que mamá pensara que sólo eso podía dejarme y no notara que, cada día que pasaba a su lado, me iba inspirando valores  como el amor, el respeto, la responsabilidad, la libertad, el compromiso, entre otros. Y que gracias a ellos,hoy me hacen ser la persona que soy. Una persona entusiasta y valiente que va por todo aquello que siente y quiere.

Papá fue un poco más duro conmigo. De papá escuche cosas como: “’Hija vivís en una nube de pedos”, “no te ilusiones”, “te obsesionas con esos dibujos’’. Todo esto me iba desilusionando y haciendo pensar que mi mundo mágico era solo una tonta ilusión de niñita.

Debía dejar de ser tan fantasiosa y empezar a convertirme en una mujercita más madura. En busca de esta madurez y aprobación de mis padres, un día me encontré cantando teniendo a mi papá contemplándome con unos ojos de amor y admiración que jamás había visto. Fue ahí donde pensé y sentí: “Aquí te tengo pá, sos todo para mí”.

Evidentemente siempre lo admiré muchísimo, y fue, a través del canto, que conseguí tener toda su atención y admiración.

Más allá de que no niego que siempre me gustó cantar, más me gustaba pensar que había logrado por fin sentir su aprobación.

Dicho esto, con el tiempo descubro que el canto, más allá de una pasión, era una hermosísima herramienta de manipulación que utilicé por años para captar la atención de toda mi familia. ¡Sí!, y no me atormento con eso, al contrario. Porque el haberlo visto me liberó enormemente de las cargas que solita me iba poniendo para seguir convenciéndome de cosas que poco tenían que ver conmigo. Fue desde ese momento que aposté trabajar mi voz por y para mí. Desde un lugar genuino, espontaneo y como medio para volver a recuperar esa niña soñadora y hermosa que jamás se fue de mi lado.

Un día me animé y me senté a hablar con ella. La abrace y le prometí que iba a volver a recuperar nuestros sueños.

Desde ese día comencé un viaje al centro de mi voz, donde yo soy mi propia nota de referencia, mi propia canción con una voz que está al servicio de brindarme bienestar y disfrute.

Cuando me hice completamente responsable de lo que pasaba y dejé de echar culpas, tome a mi voz con todas mis fuerzas y fui por todo aquello que sentía de experimentar con ella. Así fue que la vida me llevó a construir una propuesta innovadora para que más voces encuentren su centro y aprendan a disfrutarse y escucharse con total sinceridad.

Hoy estoy eternamente agradecida a la vida, a mis padres con sus errores y tantos aciertos, a mi hermana que siempre estuvo ahí. Siempre digo que sólo ella sabe lo que yo lloré cuando me sentía agotada y frustrada de tanto esfuerzo. Su compañía y contención me dieron fuerzas para no bajar los brazos y seguir apostando por las cosas que deseaba.

Tuve miles de tropezones y otros miles de aciertos. Por eso es que hoy estoy inmensamente agradecida de mí. Por todas las elecciones que tomé parar buscar pertenecer y por todas las que hice por dejar de serlo. Porque es gracias a mí y a mi capacidad de reinventarme que hoy logré ser lo que soy: Una mujer madura y eternamente soñadora con una misión mágica: Encender y preparar voces dispuestas y decididas a viajar al centro de su alma.

 

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